lunes, 7 de abril de 2014

ACTIVIDAD 6: La paz

La Conferencia de París se inició en enero de 1919 con el concurso de las delegaciones de los 27 países vencedores de la guerra.
No fueron convocados los vencidos. A pesar del número tan elevado de compromisarios las principales decisiones recayeron sobre Estados Unidos (Wilson), Reino Unido (Lloyd George) y Francia (G. Clemençeau), aunque también jugaron un papel relevante Italia y Japón.
Las deliberaciones giraron en gran medida en torno al programa de 14 puntos que el presidente Wilson había presentado en el Congreso en enero de 1918 cuando la contienda aún no había finalizado. Tenían por objeto lograr una paz mundial duradera.

En la organización de la paz no hubo posturas unitarias:
Francia, la más radical, deseaba eliminar el peligro de una Alemania capaz de provocar una nueva guerra.
Clemençeau, su primer ministro, se abandonó a las tesis revanchistas e intentó la desmembración de su enemiga, segregando Renania del resto del país. Impulsó el establecimiento de durísimas indemnizaciones alegando que Alemania había sido la causante del conflicto y, por lo tanto, culpable.
El Reino Unido , junto con Estados Unidos eran partidarios de moderar esas indemnizaciones, pues no deseaban destruir la economía alemana, alimentar el rencor nacionalista, ni tampoco fomentar un descontento que arrojara al pueblo alemán en brazos del comunismo.

La Conferencia de París concluyó con la firma por separado de cuatro tratados que afectaron a las potencias derrotadas. Se celebraron en sesiones separadas en las proximidades de París 
  • El tratado de Saint-Germain: con Austria (septiembre de 1919).
  • El tratado de Trianon: con Hungría (junio de 1920).
  • El tratado de Neuilly: con Bulgaria (noviembre de 1919).
  • El tratado de Sèvres: con Turquía (agosto d 1920).
  • El tratado de Versalles: con Alemania.


  • De estos tratados quedó, no obstante, por parte de los vencidos, la sensación de haber sido injustamente perjudicados. El caso de Alemania fue el más sintomático ya que el Tratado (considerado como una imposición humillante) alentó el nacionalismo y el revanchismo, propiciando el ascenso del nazismo y el estallido de la II Guerra Mundial.
    Los tratados no resolvieron el problema de las nacionalidades, quedando desvirtuado el principio teórico que los había impulsado, es decir, el respeto a la independencia de naciones, consideradas como comunidades con rasgos comunes de identidad cultural y lingüística. Por el contrario, los nuevos estados que surgieron se crearon sin respetar esa política, lo que generó tensiones que se prolongaron hasta el estallido de la Segunda Gran Guerra.

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